Olor a miedo

Otra noche sin dormir. La cabeza dando vueltas. Tienes que relajarte. Él ahora está dormido. No pienses, no pienses. Duerme.

"Mamá, ¿a que en este hospital estuve yo?". "Sí, mi vida". "Sí. ¿Y a que estuve muy malito?..." Eso había sido por la mañana. Yo había pedido permiso en el trabajo para llevarlo. Otra vez más pruebas. Que sí, que lo sé. Que no pasa nada. No son cruentas. Si se puede decir que para un niño de cuatro años no es cruento que te pinchen y te tengas que tragar una papilla de bario. Cuando menos hay que decir que son desagradables, molestas. Y es mi niño...

"Mamá, me duele mucho, y me dolió mucho en el cole". Llevamos así más de mes y medio. Cada vez que llego a casa. A cada rato. Todas y cada una de las noches. Y se toma sus jarabes sin rechistar, aunque saben a centellas en vinagre, que yo los he probado. Y no puede dormir, hasta que el sueño le rinde sentado en mi regazo. Y, mientras lo tengo así, agotado en mis brazos, no puedo evitar verlo en aquella inmensa cama de la UVI, con cables por todos lados...

"Mamá, ¿por qué estaba sólo cuando estaba en el hospital?". Pobrecito, no puede acordarse, no tenía ni un mes de vida. Sin embargo, estoy segura de que se sentía solo. "Porque estabas muy malito, cariño, te cuidaban los médicos y no podía quedarme. Pero me dejaban pasar un ratito por la mañana y otro por la tarde. Y después, cuando ya podías comer, me dejaban pasar cada tres horas para que tomaras leche de mi tetina. Y yo te cantaba canciones y tú dejabas de llorar" . Es cierto, me acuerdo que me decían las enfermeras que se pasaba todo el rato llorando hasta que yo llegaba y él oía mi voz. Entonces lo cogía en brazos, con cuidado de los cables, y lo ponía en mi pecho. Le cantaba muy suave mientras le acariciaba el pelo. Y él se quedaba, así, dormidito, comiendo. Yo siempre hacía como que todavía tomaba para poder quedarme un poco más. Después había que marcharse, con el corazón encogido, y esperar otras tres interminables horas...

Sé que todo eso queda muy atrás. Pero esta noche han vuelto a salir los fantasmas. Y, con ellos, el miedo.


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