Retales de ausencia.

Retales de ausencia.
...y es que un sueño roto no es tan horrible como un sueño descosido.
La gramola sonaba en la esquina oscura del salón, un disco de Gardel
daba vueltas y más vueltas mientras el ritmo de tango se superponía al
sonido de la máquina de coser que no había parado de funcionar en toda
la tarde. La vieja “ Remedios” cosía a toda prisa el vestido de novia
de su nieta. - Un sueño roto no es tan horrible como un sueño descosido
- repetía una y otra vez - la vida nos va deshilachando, deshilvanando
como trapos viejos y sucios. ¿ De qué sirven los retales ? ¿ De qué
sirven los zurcidos ?
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Llamaron a la puerta, sujetó al pequeño gato, que era el primero en
acudir cuando oía pasos en el descansillo de la escalera, - ya voy, ya
voy - dijo cuando la llamada se volvió a repetir. ¿ Quién diablos puede
ser a estas horas ?. Abrió con cuidado y su cara se iluminó al
instante. - Pequeña ¿ Qué haces aquí ?.
- No podía dormir Tía Remedios, quería ver el vestido otra vez.
- Pero si ya lo has visto por la tarde, te lo has probado y te queda
precioso.
- ya lo sé, pero estoy tan preocupada últimamente...
- Mi niña... ¡ Todo saldrá bien ! -dijo, mientras el gato se escurría
bajo la mesa de la gramola.
- ¿ Qué es eso tan bonito que escuchas, Tía ?
- Recuerdos, no son más que recuerdos. Por cierto, aún no me has dicho
que quieres que te regale.
- Tía, que hagas mi vestido ya es suficiente.
- No, no tú eres la nieta de mis ojos, quiero darte algo más, algo
especial.
- Bueno, pues que sea una sorpresa.... ¿ puedo quedarme a dormir en el
sofá ?
La vieja asintió, ¿ Cómo negarle algo a esos ojos suplicantes?
La niña se adormeció acurrucada en una manta vieja. Y Remedios pensó
que la belleza de la pequeña era mayor cuando resaltaba sobre los
harapos que la cubrían. El pequeño gato dormía encogido sobre su nieta
encontrando un calor que los protegía a ambos.
Remedios, cesó por un momento de darle al pedal de la máquina de coser,
y el sonido de los tangos se hizo más intenso, parecía que Carlos
quisiera ser más que voz. Entonces ella se acercó al cajón de la cómoda
y de lo más profundo sacó su viejo vestido de novia, al que le faltaban
algunos trozos que había utilizado para el traje que ahora descansaba
sobre la máquina.
Y la voz se hizo carne, y Carlos la llamó con la mirada para que se
sentase a su lado. Charlaron como dos viejos amigos, mientras la
botella de anís se resignaba a resbalar vacía bajo el sofá.
- Te han salido arrugas, Carlos, la muerte no perdona.
- A ti también Remedios, parece que la vida tampoco lo hace.
- Ahora soy más sabia - , dijo Remedios.
- Ahora no te sirve.
- ¿ Quieres bailar ? No pretendo seducirte, pero me quedé tan vacía
cuando te fuiste, cuando desgarraste mis sueños y dejaste mi alma llena
de jirones de tela que nunca supe recomponer.
- Yo no me fui ; tú te quedaste. Además, ¿ Cómo quieres que baile con
una vieja que pretende lucir un vestido roto y apolillado ?
Remedios se miró de arriba a abajo, ¡ era cierto ! Había grandes
agujeros en todo el vestido ! ¡ Agujeros que se hacían cada vez más
grandes ! , parecía como si la mañana quisiera sorprenderla medio
desnuda. Pero ¿ Quién se creía él para despreciarla ? Recordó siendo
niña, como las demás se reían de ella cantando aquella horrible canción
:
“ Remedios “ remiendos “,
vete a jugar con los vientos,
“ remiendos” Remedios
vete a bailar con los muertos “
Y se oyó a sí misma tarareando la música. Mientras tanto su nieta había
despertado y sentada en el sofá miraba atónita frotándose los ojos :
- ¡ Qué hermoso vestido, Tía Remedios !
El pequeño gato privado del calor del joven cuerpo, se entretenía
golpeando la botella de anís contra la pared, hasta que consiguió que
saliera rodando de debajo del sofá y fuese a detenerse en el centro de
la sala, allí la tanteó con su pata y viendo que no estaba viva perdió
todo el interés.
- Dámela tía, yo la bajaré a la basura cuando me vaya. Él ha vuelto ¿
verdad tía ?
Pero la vieja “Remedios” no contestó, se afanaba más que nunca en la
máquina, mientras cantaba , sonreía y pensaba - los sueños rotos no son
tan horribles como los sueños descosidos- al fin había decidido cual
sería el regalo que haría a su nieta. Sí, una bolsa con bolas de
alcanfor para que guardara siempre junto a su traje de novia, - la
polilla jamás agujerearía sus sueños de juventud. Sí, ese era el mejor
regalo. Y ella seguiría cosiendo rotos sobre descosidos, zurciendo los
agujeros que dejan los sueños; y cosiendo retales, sí, retales de
ausencia. <<cp>>copypapel