Fábula de las Moscas y el Pino

Siempre que duermo la siesta me acompañan tres moscas. Al principio me molestaban, volaban cerca de mis orejas y no podía conciliar el sueño. Hasta que un día me rendí, y dejé que se posaran. Una vez superado el cosquilleo inicial, me di cuenta que oia tres vocecitas muy suaves que intentaban contarme algo. Agucé el oido y esto fue lo que salió de sus articuladas bocas:

- ¡Tienes que ayudarnos! ¡¡El Mundo-Mosca está a punto de terminarse!! Somos tres emisarias del emperador Gran Moscón que vive en La Montaña Humeante. En su imperio nunca ha faltado de nada; estiércol variado, pescados podridos, carnes en descomposición... pero desde hace unos meses toda esta abundancia se ha terminado. Nadie tira ya basura y no sabemos qué hacer.
- Nuestros pequeños retoños están naciendo con las alas muy finas, y apenas pueden volar. Están débiles y se les adelanta la metamorfosis una semana. La Emperatriz Moscona Verde está muy preocupada y ha dejado de poner huevos.
- ¡ Ni siquiera encontramos boñigas secas! ¡Es el fin!

- Pero chicas, y ¿cómo puedo ayudaros? Yo no puedo hacer cambiar los hábitos de la sociedad. Hoy en día se recicla todo. Con el estiércol hacemos gas para las calefacciones, con la basura estiércol químico para los campos, las depuradoras devuelven el agua cristalina y hemos conseguido alimentar a los animales a partir de sus congéneres muertos. Todo se aprovecha. Y lo que sobra se incinera para que no ocupe sitio.

Realmente su situación era crítica. Con todo lo que las moscas habían hecho por nosotros. Llevaban milenios contribuyendo a degradar nuestros desechos y ahora se lo pagamos con esta moneda. Contagiado de su angustia se me ocurrió una idea.

Me desperté de la siesta y planté un pino tremendo. ¡Qué a gusto me quedé!

MORALEJA: Escuchar con atención desatasca la constipación.