El abuelo

El detective Olmedo se acercó al cadáver con la cara que él pensaba hubiese puesto el detective Puarot. Sabía que sus ojos mentían, que mentían los ojos de los policías que le rodeaban, de los periodistas y sobre todo de la gente que se asomaba a balcones y embotellaba la calle.
Alguien grito, “se lo merecía. Un cerdo menos”
Había satisfacción. Enlos ojos. Satisfacción disimulada, Un policía contaba a vozarrones una historia divertida, con media sonrisa y un cigarro que tiró ante los ojos delatores de Olmedo.
Hago como que hago, hizo como que hacía. Miró el reloj, pidió mas fotos a los forenses. Tenía que hacer un poco mas para complacer las cámaras revoloteando como buitres. Intentó no pensar... pero pensó. Vistazo al reloj, hizo como que hizo. Y a la hora prevista se subió al coche y se fue.

Miro al pobre anciano de ojos desnudos. Intento borrarle la etiqueta de pobre anciano. No pudo. Se concentró en el cadáver con siete puñaladas. Y miró, esta vez al viejo , y otra vez y le siguió pareciendo tierno. El señor estaba tranquilo, con la mirada un poco ida. Pensativo volvió a mirar a Olmedo.
-Mire señor policía Yo siempre he estado dentro de la ley... bueno, tuve mis escapaditas en tiempos de Franco porque no había otra. Pero por lo demás, he trabajado duro, mas de 40 años, pagado mis impuestos, mi pensión Cada día de ocho a ocho, y a veces largo mucho mas largo, y de lunes a viernes y muchas sábados.
-Espere, quiere un abogado. Esta acusado de asesinato. Seria lo mejor para usted.
Olmedo odió ese tono paternalista que había quedado grabado.
-Oh no gracias... no quiero que se gasten mas dinero publico en mi. Yo le maté. Le apuñale siete veces.
El anciano se sumergió en un silencio sombrío.
-¿Por que siete?
-Oh... ya.... por la artrosis, le pensaba dar setenta pero ya sabe. Y las dos ultimas me costo, pero era una promesa.
-¿Una promesa?
-A mi mujer... que en paz descanse.
-¿Que tipo de promesa es esa?
-Mire señor comisario. Ella hubiese cumplido 70 años el día que mate al delegado de Sanidad. Una puñalada por año era lo justo, pero mi cuerpo ya no da para mas... recuerdo cuando era joven, que tiempos, en el pueblo me llamaban el yunque, y no por nada... Una vez conseguimos...
-Espere, espere, me estaba contando lo de las puñaladas.
-A si... perdone. 70, una por cada años era una promesa...
-Ya... eso ya lo dijo.
-¿Le dije ya que yo quería matar al presidente o al otro ex presidente, o por lo menos a un ministro?
-No eso aun no lo ha dicho.
-Ah, eso es importante, mi mujer no se merecía menos. Pero ya sabe, ir hasta Madrid, encontrarle en una ciudad tan grande... ya no tengo edad para esas andadas.
-¿Esta diciendo que pensaba matar al presidente o a un ministro?
-Si, a la de sanidad. Pero ya le digo, el viaje a Madrid es demasiado largo, y ya no hay trenes como antes, ahora solo hay ese, como se llama, ese que va muy rápido, que si, que va muy rápido pero quien lcompra un billete con mi pensión. Pero ¿que le contaba?... ah, ya. Mi mujer fue al hospital, un anorixma, no anararerisma...
-Aneurisma.
-Ah si, perdono. Un … ¿como dijo?
-Aneurisma.
-Si eso. La llevaron al hospital le dijeron que la tenían que operar de urgencias de... eso que ha dicho y la mandaron a otro hospital. Veinte horas después murió esperando. Ni me pude despedir sabe. ¿Sabe lo que estar a su lado viéndola morir?.
-No, no lo se.
-Me alegro que no lo sepa. Usted parece una persona decente, no hay muchos como usted...
-Gracias.
-Luego oí por mis hijos que todas las mesas de operaciones estaban ocupadas, que no había suficientes médicos. Los recortes sabe usted. Para ellos somos números, Un número menos...

Olmedo si que lo sabía, y se mordió la lengua.

El viejo suspiró lejos poniéndole música a una solitaria lagrima nacida en sus ojos y se quedó en silencio.

Olmedo sintió sangre brotar por su lengua. Estaba confundido.