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Son las ocho de la mañana de un día especialmente frío de febrero. El cielo gris perla, teñido de un ligerísimo violeta empieza a tomar trazos anaranjados en las estelas de los aviones.
Ruidos lejanos de coches me recuerdan que sigo en el mismo sitio. Enciendo un cigarro antes de poner a Lou Reed a un volumen que mis neuronas sean capaces de captarlo. Me siento en la cama, cojo el cenicero y me tumbo de nuevo. Pasan dos canciones y el cigarro se acaba. Busco una toalla y me voy a la ducha. Pero en el servicio me lo pienso mejor, hace mucho frío, mejor mañana. Vuelvo a mi habitación, me cambio los calzoncillos y la camiseta. El resto de ropa, la de ayer. La de antes de ayer. No desayuno, no tengo hambre, aunque al salir de casa cojo una manzana...oO

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De todo lo relevante e irrelevante, de lo que marca un caracter, de lo que hace crecer, de lo que acabamos siendo o no siendo o siendo a medias, del destino que nos toca, o de lo que nos toca en el destino, hay algo que marca o te desmarca, hay un silencio a veces, un susurro que se repite cada atardecer y una lagrima o una sonrisa. Pero, puestos a escribir un diario, habra que ser sincero, y en mi sinceridad y reflexion he descubierto lo que ha forjado mi caracter. Mi gran pene, mi hermoso miembro, mi maravilloso pirulo, le podeis llamar Don pirulo o señor pollon, o maravilla de las maravillas. Me explico. Y esta verdad es lo que marca una puvertad una juventud y un lento crecer...oO

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Erase una vez una siesta que acunaba a un gato y a un hombre.
Una tarde lluviosa.
Un hogar destrozado.
El sonido del pendulo rozando la garganta sedienta.
Dulces pasos...
La ignorancia consciente del gato...oO

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¿Hacia dónde apunta? No importa. Esa no es la pregunta. ¿Cuál es el vértice noble? ¿El que se desvanece cada día al vislumbrar los primeros rayos de oscuridad? ¿Es esta la pregunta? ¿Debo preguntar?..oO

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