IV

La vieja lágrimas estaba llorando cuando asomó a su jardín, claro, como siempre, siempre, siempre, una lágrima resbalaba por su cara mientras otra comenzaba a nacer en sus ojos. La lágrima cayó en los petalos de de una flor y los acarició mientras se deslizaba hacía el interior de la flor, «oh, -se dijo- las semillas que salgan de esta flor seran preciosas pero estaran llenas de tristeza» y lloró un poquito más al oir su propio pensamiento. Entonces sintió un murmullo que venía desde fuera del jardín, miró con sus ojos borrosos llenos de lágrimas y le pareció ver un hombre muy muy grande junto a otro pequeño mirando absortos sus plantas. «que extraño -se dijo de nuevo- ¿será que mis ojos llenos de lágrimas me engañan?» y sin dudarlo dos veces se acercó hacia donde estaban los dos hombres.
Allí estaban David y Montaña mirando maravillados el jardín, ¡era precioso! Claro que era precioso, un jardín hecho con dulzura y pena no puede ser de otra forma, ni siquiera uno cuidado con mimo y alegría puede resultar más hermoso. Pero ellos no sabían nada de jardines, Montaña sólo había cuidado una planta en su vida, y esa no era mucha esperiencia, y David, ni una, y eso era menos experiencia aún, y claro que el nombramiento de jardinero oficial no le había hecho aprender nada nuevo. Por eso a la mañana siguiente de su encuentro habían buscado el jardin más bonito de toda la ciudad para que su dueño les enseñara a hacer un jardín grande y precioso de verdad, y como no, despues de dar muchas vueltas llegaron a las afueras y acabaron mirando embriagados el jardin de la vieja lágrimas…
«es precioso» dijo boquiabierto David
«es más que precioso…es…precioso» le respondió Montaña.
Y mientras murmuraban entusiasmados la vieja lágrimas se acercó a ellos, pero estaban tan absortos contemplando el jardín que no se dieron cuenta de su presencía. De repente una nueva lágrima nació en el ojo izquierdo de la vieja lágrimas y comenzó a recorrer lentamente su cara, y antes de caer reflejó un diminuto rayo de sol que fue a parar primero a los ojos de Montaña y luego mientras seguía resvalando a los de David. Entonces se dieron cuenta sorprendidos de la presencia de aquella viejecita preguntándose como había podido llegar allí sin que ellos la hubiesen oido, y así, desconcertados, la miraban sin atreverse a decir nada.
Pero la vieja lágrimas, que no era una viejecita normal, claro que no, noto aquella sensación, y para que se sintiesen mejor les dijo
«supongo que estaban tan abstraidos mirando el jardín que no me oyeron llegar, ¿no les habré asustado?».
«Oh, no no, claro que no -consiguió decir por fin David- es que su jardín es...es...es...»
«Fascinante.» nurmuró sonriente Montaña
«¡Eso!, fascinante. Creo que podría quedarme mirandolo eternamente, tiene un jardín encantador»
«Sí, encantador, esa es la palabra, -murmuró la vieja lágrimas sin que ellos alcanzarón a oirlo -¡pero no se queden ahi mirando!, siganme y lo podrán ver de verdad. Y no se preocupen -dijo suavemente la vieja lágrimas como si aquello no tuviese importancia- pueden mirar todo lo que quieran ¿de que serviría la belleza sin ojos para acariciarla?» y una nueva lagrima apareció en sus ojos.
Así los dos comenzaron a caminar por el jardín detrás de la vieja lágrimas. Era increible como se movía por él aquella extraña viejecita, mientras Montaña se tenía que agachar cada poco para no dar en algunas ramas que sobresalían, David iba dando saltitos para no tropezar con toda esa multitud de raices, pero la vieja lágrimas parecía que flotaba en aquel mar de colores, y a duras penas conseguían seguirla. Las flores nacián en cada rincón e inundaban todo de un aroma tan especial como inimaginable, era como un sueño, sí, un sueño precioso pintado con los colores más hermosos e imposibles que se puedan soñar, a David cada poco le parecía ver un color que no existía. Pronto se olvidaron de las ramas y las raices y sintierón de verdad el aroma, los aromas, los mil aromas de las flores «estar aquí es como ahogarse en el cielo» pensó David antes de dejar de pensar y olvidar que existía algo más que aquella increible mezcla de colores y olores y le pareció flotar dormido detrás de aquella extraña viejecita.
Tardaron mucho tiempo en llegar al viejo nogal que estaba al lado de la casita de la vieja lágrimas, ella se paró allí y les miró mientras otra lágrima brotaba en sus ojos. David y Montaña no se daban cuenta de cuanto tiempo la habían seguido, estaban demasiado hechizados con los colores y los aromas para darse cuenta. Antes de entrar en el jardín era precioso también pero no parecía demasiado grande, y menos para tardar tanto tiempo en recorrerlo, que extraño. La vieja lágrimas les miro y dijo tranquilamente.
«La hermosura es la única eternidad que nos queda, ni siquiera el tiempo se atreve a acariciarla porque sabé que la rompería…pero no importa» y mientras caía otra diminuta llágrima se quedó pensativa …
No tuvieron que decir nada, no hizo falta, la verdad es que tampoco podían. La vieja lágrimas entró en la casita y salió con dos pequeños sacos…
Le dio un saco a cada uno mientras decía…
«aquí teneís semillas, sólo teneís que plantarlas y según mezcleís el cariño, la alegría y la tristeza asi será el color de sus flores… ah, y un poquito de agua y de sol nunca vienen mal tampoco» y se dibujó una sonrisa en su cara …
«Ahora teneís que marcharos, -les dijo despacio mientras ellos seguían hechizados por la hermosora de su jardín -teneís mucho que hacer antes de que os encante de verdad este lugar» acabó la frase con un poco de nerviosisimo en su voz, y les cogió de la mano mientras les acompañaba hasta la salida del jardín, cuando llegaron cogío suavemente dos de sus lágrimas que acababan de nacer y posó cuidadosamente una en el ojo de Montaña y otra en el de David.
«Adios, teneís mucho que hacer y debeís olvidar este día para que no os pueda rozar la tristeza de que no dure siempre, adios» les dijo mientras una nueva lágrima resvalaba por sus mejillas…
Asi salierón del jardín Montaña y David, con una lágrima resvalando por su cara, una lágrima que no era suya claro, una lágrima que a medida que recorría sus caras se llevava la pena por alejarse de allí. La luna había salido ya, habían llegado allí por la mañana y el tiempo ¿quién sabe donde se había quedado?. Pero no se daban cuenta, aún seguían fascinados y envueltos por esa multitud de colores y esa fragancía que era un coztel con un poquito de cada flor, sumergidos en una especie de sueño delicioso. Caminaron en silencio, pero a medida que andaban el color iba destiñendo en su recuerdo y el aroma se iba haciendo más imperceptible, convirtiendose ese día en una especie de sueño de esos que al final se olvida sin olvidarlo jamás, y al final la lágrima cayo al suelo y lo olvidaron.


Comentarios

Eres un egoista


Anónimo
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Tu comentario revela todo de tu carácter. No sé por qué respondo a esto pero criticar de esa forma no aporta nada, ni a este site, ni al autor, ni a ti mismo Don Anónimo.
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Nagual
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rebisa la hortografía conpadre
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Nagual
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