Le temblaba el pie derecho

Le temblaba el pie derecho. Su mano doblaba insistentemente la oreja. Reposaba la mano sobre su pierna y en pocos segundos volvía a dirigirla hacia su oreja, siempre la misma, la derecha. Su cara estaba palideciendo y junto con la mirada perdida en el fondo de todo, parecía un loco. No sonreía, quizás brevemente una mueca, aviso automático de miedo. Mi amigo llevaba varios días sin dormir. Por las noches, le oía llorar, pasear por su cuarto, incluso a través de la pared sentía su corazón palpitar, como si fuera a saltar por los aires.
En una ocasión, hace ya muchos años, mi novia de toda la vida, me dejo por otro más guapo. Sufrí, pero ya casi no me acuerdo.
Pero ver al capullo de Jorge, perdiendo lentamente la ilusión, obsesionado, bloqueado, derrumbando y reconstruyendo una y mil veces, todos los sueños que sobre esa princesa había construido, era más de lo que yo podía soportar. La Princesa había decido que ya no le quería: se fue con otro con una cartera llena de billetes verdes, rojos, azules y lilas. Mi amigo, mi compañero de piso, mi hermano, tenía lleno el pecho, pero ni siquiera tenía cartera que llenar.
Lo pensé dos veces: tal vez me costara unos cuantos euros, posiblemente algún que otro problema, y Jorge se enfadaría conmigo, …pero él no entendía nada. Cogí el metro y camine tan rápido como pude hasta la “boutique” de esa pija sin alma. Le di dos puñetazos y la escupí. Preferí no decirle nada.
Jorge estuvo sin hablarme mucho tiempo.
Ahora, mientras escribo esto, lo observo en el sofá, durmiendo a pata suelta la siesta. Su mano derecha debió de estar acariciándose los huevos hasta que se durmió, y aun está recogida entre sus piernas. Todos sus músculos relajados bailan en sintonía con su respiración . Uno, dos, uno, dos,…Sonríe. Yo también sonrío.