Sin ver

Sentía el dedo de la niña de Sara amarrándose fuertemente a mi anular. Ella no me miraba, toda su vida se encaminaba en ese momento a bajar esos tres peldaños. Sentía su mano, pero podía sentir su corazón. Me preguntaba si la mano de mi hijo sería igual, si también podría sentir su alma a través de su piel. Me avergüenzo de decirlo pero no estaba segura de quererlo como ahora quería a Inés, esa pequeña luchadora que por fin había conseguido su objetivo, y ahora se afanaba en volver a subir. Me dejaba llevar imaginando como serían mis sentimientos tras el parto, y ¿si no sentía nada? ¿ cómo podría ser eso? ¿Como podía sentir miedo a no querer a aquel al que ya había entregado mi vida sin verlo? Tonterías. Sonreía a Inés que había vuelto a bajar, y le dedique al hombrecillo que llevaba dentro una gran sonrisa interior, que debió hacerle reír porque le noté estremeciéndose.


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